Una nueva revolución industrial está sucediendo, gracias al big data, y la educación de nuevos técnicos debe mutar positivamente para este devenir.
por Carlos Silva Ponce
Maestro Mentor en TEKLATAM
Mientras ciertas estructuras clásicas de la educación superior se mantienen, la industria y la academia afirman identificar un fenómeno que denominan Industria 4.0, que podría definirse como una cuarta revolución industrial, centrada en la transformación de las relaciones de producción vía tecnología digital, procesamiento de datos e inteligencia artificial, al menos. Este fenómeno dista de conservar. En efecto, un riesgo se cierne sobre los trabajadores y las empresas: en el caso de los primeros, los empleos tal como se conocieron no se conservan, y en el del segundo, sus negocios -y medios de producción- tampoco.
Ya en la naturaleza, las extinciones masivas acontecen cuando los cambios en el entorno son tan veloces, que impiden la oportuna adaptación de las especies y sus ejemplares. Una amenaza semejante se cierne entonces sobre el mundo productivo -que incluye a trabajadores y empresas-, y tal cual como sucede en el mundo natural, son los mecanismos evolutivos de adaptación quienes señalarán a aquellos que persistan y a aquellos destinados a desistir.
Los desafíos de la revolución industrial 4.0
Una serie de complicaciones que incluyen múltiples factores son los que enfrenta esta nueva revolución, en donde la seguridad de los datos o la movilidad financiera, a la siga de los desafíos tecnológicos, constituyen el centro de los debates acerca del cambio que viene.
Son varios elementos a tener en cuenta: el big data, como gran concepto; la seguridad informática, que pueda garantizar que los bienes digitales de las personas y empresas sean infalibles, etc.
No obstante lo anterior, es plenamente cierto que un desafío de mayor alcance nos involucra directamente como instituciones de educación superior: la disponibilidad de competencias laborales en las personas. Esto, referido a que los egresados puedan hacerse cargo de las nuevas ocupaciones que trae la industria 4.0; tanto por las nuevas formaciones –generar el conocimiento adecuado para los nuevos desafíos-, como por los ya titulados, quienes necesitan de actualizaciones en sus saberes.
Otra manera de formularlo es afirmar que la reconversión productiva hacia la industria 4.0 corre el riesgo de destruir potencialmente un mayor número de empleos, respecto de aquellos que creará. Existe un desafío para la educación superior justamente como mecanismo de cambio -ante las eventuales consecuencias del advenimiento de esta revolución- sobre la vida de las personas.
La pregunta entonces resulta ser ¿cuáles mutaciones debería sufrir la educación superior para conformar un mecanismo evolutivo, en pos de alcanzar un estadio de Industria 4.0? ¿La educación técnica en especial?
En el mundo 4.0 las personas y las cosas se encuentran interconectadas, generando grandes cantidades de datos que se convierten en información, con el concurso de múltiples aplicaciones digitales. La información producida alimenta los negocios, permitiendo tanto atender a las personas con enorme precisión como producir bienes y servicios perfectamente customizados. Los medios de producción automatizados reemplazan la mano de obra, y el mercado del trabajo favorece competencias laborales más complejas y de mayor autonomía, con énfasis en habilidades digitales y de big data. El Internet de las cosas sensoriza a máquinas y trabajadores para mantenerles monitoreados permanentemente y obtener de ellos máxima productividad. En este escenario, nuevas profesiones irrumpen rampantes. La promesa es que el incremento de la plusvalía por medio del mayor valor agregado, beneficiará tanto a trabajadores como a inversionistas.
¿Cómo podría enunciarse una educación consistente con este nuevo mundo?
Una especulación razonable sería concebir espacios educativos donde las personas y las cosas se encuentran interconectadas, generando grandes cantidades de datos que se convierten en información, con el concurso de múltiples aplicaciones digitales.
Para el caso, la educación técnica toma ribetes de alta tecnología, desplazándose desde la formación en perfiles operativos, a la generación de competencias de supervisión y monitoreo mediante interfaces digitales, probablemente.
Si la institución de educación superior adopta sus estándares como un parámetro para otorgar sus títulos, entonces tienen sus titulados oportunidad auténtica para ser reconocidos y emplearse con preferencia, ventaja y -potencialmente- mejoras razonables en su plusvalía.
Por ende, en el marco de la industria 4.0, la customización al estudiante refiere a su capacidad de encarnar el estándar señalizado por el mundo productivo, de generar ese aprendizaje atendiendo su especificidad como aprendiz, haciéndose cargo de sus estilos de aprendizaje, entre otras muchas maneras de lograr llevar a cada persona, desde el estadio de aprendizaje que se encuentre, hasta el estándar de aprendizaje señalizado. Es ésta la precisión que preferiría la Industria 4.0 disponer: un proceso educativo cuyo volumen masivo se atendiera con detalle -minería de datos- permitiendo que las personas accedan a los beneficios de participar del mundo productivo en la seguridad de sus logros de aprendizaje, en especial, con la certeza de sus aportes a la plusvalía que se juega -y reparte- en la producción.
En efecto, centrados en los estudiantes -customizada- con parámetros válidos y conocidos, una nueva educación técnica puede superar sus aspectos más retrógrados, y abrirse paso en la revolución industrial 4.0, en posición de vanguardia, para beneficio de sus titulados, el mundo productivo y -ulteriormente- toda la sociedad.